En 1879, un adolescente de 15 años, natural de Junín,
ingresaba como amanuense al Ministerio de Justicia. Estallada la guerra,
y estando el Ejército Chileno a las puertas de Lima, este muchachito
Teodomiro Gutiérrez Cueva- combate en los reductos, acude al
llamado de Cáceres a la resistencia, y con el grado de alférez
pelea en Marcavalle y Pucará. Integra la escolta de Cáceres,
logrando sobrevivir a la hecatombe de Huamachuco. Posteriormente en
la Guerra Civil, participa en la “Huaripampeada” a las fuerzas
iglesistas y libera como integrante del escuadrón Cazadores del
Perú, la capital.
Termina el año 1886: Tenía 22 años y ostentaba
el grado de teniente.
Es en la 2da. guerra civil de la postguerra (1894-95), contra la coalición
pierolista financiada por Chile, que ante la presión del Cuerpo
Diplomático Extranjero, Cáceres no obstante conservar
su Ejército intacto(1) entrega el poder a una Junta Provisional
que a su vez lo entrega a Piérola, quien purga a la oficialidad
cacerista.
Piérola, 16 años atrás, había hecho algo
similar con el Ejército del Sur vencedor en Tarapacá,
cuando gran parte de sus oficiales, despojados del mando de tropa y
humillados, se batirían como simples soldados en los reductos.
El Cap. Gutiérrez (ascendido en 1890) fue incluido entre los
purgados.
Es en esa coyuntura que, como reacción cacerista, estalla la
1ra. Revolución Federal de Loreto liderada por un veterano de
la Breña: “En MAY 1896 encabezó ese golpe subversivo
Mariano Madueño, militar y escritor, nacido en el Cusco y combatiente
en Huamachuco”(2).
En el período comprendido entre la purga cacerista y la muerte
del mariscal (1923), el país fue testigo de 5 rebeliones lideradas
por veteranos de la Breña: Las de los coroneles Madueño
en 1896 y Vizcarra en 1899, la del My. Gutiérrez (Rumi Maqui)
en 1915, la del Crl. González con el Cap. Cervantes (que combatió
como sargento en la Pedrera - Caquetá) en 1921, y en 1924- la
del Crl. Alcázar a quien se uniría el guerrillero Eleodoro
Benel.
IMPUGNANDO
LA CHILENIZACIÒN
Estas rebeliones impugnaban a un Alto Mando pierolista, colaboracionista
con Chile, que recurría al prestigio de una Misión Militar
Europea para justificar el relegamiento de la oficialidad nacionalista.
Es así que extranjeros como el Jefe de Estado Mayor que combatió
contra Cáceres el Crl. alemán Paoli- y posteriormente
el séquito del Gral. francés Clement, cumplirían
para el Estado Peruano, además del rol tecnificador para el
que fueron contratados (Escuela Militar de Chorrillos), la función
de relegar a una oficialidad etnocacerista que jamás hubiera
permitido la claudicación de los territorios arrebatados, ni
mucho menos ignorar el abuso de la “chilenización”
del que eran víctimas los compatriotas cautivos en el Sur.
Considérese que hasta 1930 fue tal la subordinación
a Chile, que la caballada del EP se adquiría de la que daba
de baja la caballería chilena, o que varios generales eran
“socios honorarios del Círculo de Oficiales de Chile”
o, en el colmo, la aceptación por el Cmdte. Gral. del EP, Pedro
Pablo Martínez, del título honorífico de “Jefe
del Regimiento Cazadores de Baquedano”.
Tal relegamiento implicaría que la “tradición
e historia” característica de toda Escuela Militar, que
debía resaltar un revanchismo inoculado “genéticamente”
en los primeros cadetes chorrillanos justamente por veteranos como
Gutiérrez, fue atenuada por los instructores franceses para
quienes su “imparcial” labor técnica era prioritaria,
y que además no tenían porqué inmiscuirse en
conflictos “tan lejanos”.
LA FUERZA
DE LA ESTIRPE
Todo Ejército refiere el crisol de su nacionalidad, y solo
inspirado en la tradición histórica de su etnia ancestral
puede potenciar su rol de Guardián de la Patria. La heroica
defensa de Massada para el soldado judío, el Bushido (código
samurai) para el soldado nipón de la 2da. Guerra Mundial, la
legendaria “paccarina” anglosajona del Reino de Camelot
y el mítico “Sigfrido Germano” para el caso del
soldado alemán, coinciden en enfatizar que
ante
las coyunturas críticas, lo que permanece incólume y
dinamiza el metabolismo castrense es la fuerza de la estirpe, vale
decir el sumun de su nacionalidad. Churchill en su encuentro con Roosevelt
(“Carta del Atlàntico”) para decidir la Alianza
contra Alemania, no dejó de referir al factor étnico:
“Estos 2 grandes grupos de la humanidad, el Imperio Británico
y los EEUU, que hablan la misma lengua y provienen del mismo ancestro
(...) es el mas alto honor que puede caberle a raza alguna de la especie”.
El mismo cabo Hitler fanatizado y ultranacionalista- se preocupó
en inocular a un pueblo derrotado y sumido en la quiebra económica
y moral, el “rescate del alma popular de la Gran Patria Germana”
puesto que: “La conservación de los elementos raciales
primitivos, al propugnar la cultura, crean la belleza y dignidad de
un pueblo”.
Todo eso sería intuido por el Cap. Gutiérrez, quien
había sido testigo, como escolta del Tayta, de la potencialidad
incaica durante la guerra de guerrillas en la Sierra Central.
Alejado de filas, el Gobierno emplearía a Gutiérrez
en las subprefecturas de Cajamarca, Ayacucho, Huancayo, Huánuco,
Canas y Canta. En 1906, luego de 16 años, es llamado al activo
y asciende a Mayor por “antigüedad”. De haber sido
en 1886 el teniente más joven, era en 1906- el mayor más
viejo: Tenía 43 años, lo cual lo tornaba “aguantado”
para su nuevo grado y sin proyección en la carrera. Aparentemente
no representaba ya, para una administración alérgica
a los veteranos breñeros, peligro alguno. No obstante, en 1908
es expulsado y borrado del Escalafón por considerársele
“antisocial”.
EN LA
PRO-INDÌGENA
Desde su adolescencia soldadesca entre marchas y contramarchas por
punas y quebradas, Gutiérrez observaba que la Salvación
Nacional solo podía provenir de la vertiente incaica. Y la
coyuntura de la post-guerra: El Ejército de la Breña
extinto (sus reservistas vistos como subversivos, sus oficiales relegados
y el anciano Tayta debilitado por la edad), además el clamor
de los cautivos del Sur y masacres campesinas como las de Samán
y Llaucán, le exigían en su sensibilidad y misticismo-
el imperativo de actuar.
En 1910 conformaría con Dora Meyer y Pedro Zulen la directiva
de la asociación Pro-Indígena y entablaría amistad
con un destacado intelectual puneño, Francisco Chuquiwanca.
Posterior-mente, ante la masacre de Samán, sería comisionado
por el Pdte. Billinghurst para investigar, cual “Comisión
de la Verdad”, dicho suceso. Su informe sería desestimado
por la nueva adminis-tración del Pdte. Pardo.
PRISIONERO
EN IQUIQUE
El My. Gutiérrez, que desde alférez quedó impresionado
por la efervescencia de las invasiones de haciendas (las primeras
del país) propugnadas por el Ejército de la Breña
en su afán de consolidar su base campesina, realizó
30 años después- una labor proselitista que, en el altiplano
puneño, se reflejaría en la oleada de invasiones que
a un costo de centenares de víctimas, se daría en las
haciendas San José, Atarani, Sankoyo, etc, entre 1914 y 1916.
Nuestro personaje sería deportado a Chile. Ahí impulsó
la actividad patriótica de los peruanos cautivos en Tarapacá,
Arica y Tacna, por lo que es encarcelado 6 meses en Iquique. Una vez
libre, Gutiérrez ingresa a Bolivia.
“LIMA
SERÀ NUESTRA”
En 1914,
ya
era notorio que Gutiérrez conceptualizaba su forma de acción
en un ámbito campesino-militar cuyo epicentro sería
la Sierra Sur; en su afán de emular el accionar cacerista con
el campesinado de la Sierra Central.
El My. Gutiérrez, que desde 1914 adopta el apelativo de Rumi
Maqui (mano de piedra), era consciente que en la inevitable confrontación
entre el EP y el campesinado, el aspecto militar sería decisivo.
Es así que en una carta a Chuquiwanca- expresa “la necesidad
de una sólida organización militar y la dotación
de armas”. Sin embargo, en su experiencia combativa (de la resistencia
antichilena) buscaba compensar la deficiencia en armamento con una
conciencia etnonacionalista traducida en la fraternidad tropa -campesino:
“Se atacará las guarniciones del Cusco, Puno y Juliaca,
con la cooperación de soldados indígenas. Lima será
nuestra si tenemos la seguridad de la cooperación de las tropas
cholas (...) su defensa (de Lima) tendrá que encomendarse a
un Ejército conformado por el elemento no indígena,
cuya belicosidad no ha de inquietarnos, pues sabemos lo que son y
pueden hacer los señoritos afeminados de Lima”.
PERSEGUIDORES
“DE LUJO”
Esta sublevación, programada para carnavales de 1916, abortó
-por soplonaje- en DIC 1915. Rumi Maqui comandó un destacamento
de infantería montada integrado por kechuas y aymara hablantes,
que provocaría la movilización de un Regimiento y del
Batallón de Infantería “Caquetá”
en el cual servían 3 capitanes que posteriormente marcarían
una pauta en el EP: Sánchez Cerro (que llegaría a la
presidencia 15 años después), Guillermo Cervantes (que
6 años después se sublevaría en Loreto) y Felipe
de la Barra (el renombrado historiador).
Estos batallones tardarían 3 meses en “pacificar”
el Altiplano a un costo de un millar de víctimas. Rumi Maqui
sería capturado, enjuiciado por “traición a la
patria” y condenado a muerte.
ESTADO
FEDERAL DEL TAHUANTINSUYO
Si se revisa el Programa Revolucionario de Rumi Maqui, rubricado por
él como “Supremo Director de los pueblos y ejércitos
indígenas del Estado Federal del Tahuantinsuyo”, se concluye
que aunque subjetivo y “romántico”- estratégicamente
era consecuente con la línea etnonacionalista en la medida
que propugnaba la fusión entre Perú y Bolivia: “Posesionarse
del kechua y del aymara. Los generales (bajo seudónimos) Túpac
Amaru, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac, pondrán
en movimiento a toda Bolivia, cuyo Ejército Cobrizo llegará
como en Perú, a ser nuestro con sus armas, parques, artillería
y aviación”.
Y en cuyo hipotético Gobierno debían participar, además
del delegado de la pro-Indígena, “a lo menos 10 bolivianos”.
Rumi Maqui pretendió explotar al máximo aquella faceta
milenarista que, en el esplendor de la Campaña de la Breña,
“mesianificó” al Tayta conforme reconocería
su esposa: “Al llegar a este simpático pueblo (Pucará),
nos hicieron una magnífica recepción, a la usanza del
Imperio del Sol. Se acercaban comparsas indias lujosamente vestidas,
cantando, bailando y arrojando mixturas de pétalos sobre nuestras
cabezas y sobre el suelo que pisábamos. Los movimientos de
los danzantes eran, asimismo, alegres y rítmicos. Una india
cogía las bridas de nuestros caballos, mientras las otras prorrumpían
en estruendosos: ¡Viva la mamá grande! ¡Viva el
tayta! Para los indios, Cáceres era la reencarnación
del Inca. Se diría que en este ambiente fantástico,
íbamos a ver aparecer al formidable señor, nuestro,
el legendario Inca, el señor más grande del Imperio
del Sol, del gran Tahuantinsuyo”.
Escenas como estas -imperecederas en la memoria de la señora
Cáceres- también “embrujaron” a aquel apasionado
alférez, Rumi Maqui, que en esos momentos de intensidad “mágica”,
integraba la Escolta “Imperial” del Tayta.
Es obvio que Rumi Maqui representaba la extensión de la línea
étnica del “cacerismo” del s. XX, y al punto de
vista institucional el último intento de reivindicar al Escalafón
Etnonacionalista en un Alto Mando próximo a Saint Cyr y alérgico
a estos “avelinos” serranos que pretendían, desde
el Titicaca, suprimir la institucionalidad “limeña, blanca
y occidental” fundada por Pizarro.
UN FUTURO
PROPIO
Era previsible que la Intelligentsia Criolla, al escuchar ¡en
pleno s. XX! “tahuantinsuyano”, “Rumi Maqui”,
etc, ridiculizara(3) ese según ella- retorno al pasado; la
chaquitaclla, el kipu y la mascaipacha. Pero lo cierto es que aquella
“arcaización” es inversamente proporcional al grado
de raciocinio respecto al acontecer cultural del alto y bajo Perú.
Era pues, “demasiado”, ni siquiera hoy sino en 1916, explicar
que no se debe confundir modus operandi con modus vivendi ni tampoco
neo-Tahuantinsuyo con retro-Tahuantinsuyo, puesto
que
la sincrética opción mestiza (recordémos que
Gutiérrez es mestizo y que en su Junta de Gobierno Incaico
participaba una aria como Dora Mayer) es producto de la relación
entre el ser social popular y la conciencia social desalienada, de
la cual ha de aflorar una liberacionista relación entre vieja
existencia y nuevo pensamiento. Y que, ante la inexistencia de bola
de cristal, surge la necesidad de re-conocer la experiencia vivida
de un pasado sin cancelar, y por ende aún vigente y presente.
Reconocimiento que sería ridiculizado como un “utópico
arcaísmo”, pero que en verdad buscó la revaloración
de las fuentes para recrearlas en nueva y superior dimensión
a fin de forjar un futuro, por fin propio.
Este etnocacerismo empírico propugnado por Rumi Maqui fue la
versión bélica de un indigenismo que, en la Sierra Sur,
repuntaría con los grupos Orkopata (1925) y Resurgimiento (1926)
conformados por Uriel García, Gamaliel Churata y Luis Valcárcel.
Inclusive en la literatura indigenista de Arguedas y Ciro Alegría
se reconocen las huellas “rumimaquistas” en boca de personajes
el primero licenciado del ejército y el segundo campesino-
como el cholo Benito Castro de la comunidad de “Rumi”
y el Indio Rendón Willca: “En mi regimiento había
un sargento, muy veterano, que estuvo en el sur baleando indios sublevados
en Huancané. Contaba muchas barrisolas el maldito. Como los
indios se escondían en los cerros, entre las peñas,
era difícil sacarlos. Entonces, cuando los soldados estaban
en medio avance, hacían como que se dañaba la ametralladora
o les faltaba munición. Los sublevados creían que llegaba
su oportunidad y al grito de "acabau balas” y “dañau
máquina”, salían con sus machetes en alto y tirando
piedras con huaracas. Los soldadossimulaban huir hasta que los tenían
en campo raso. Entonces volvían la ametralladora y los entusiastas
perseguidores caían como moscas”(El Mundo es Ancho y
Ajeno).
“¡Capitán! ¡Señor capitán!
Los fusiles no van a apagar el sol, ni secar los ríos, ni menos
quitar la vida a todos los indios. Siga fusilando. Nosotros no tenemos
armas de fábrica, que no valen. Nuestro corazón está
de fuego. ¡Aquí, en todas partes! Hemos conocido la Patria
al fin. Y usted no va a matar a la Patria señor. Ahí
está; parece muerta. ¡No! El pisonay llora; derramará
sus flores por la eternidad, creciendo. Ahora de pena, mañana
de alegría. El fusil de fábrica es sordo, como palo;
no entiende. Somos hombres que ya hemos de vivir eternamente. Si quieres,
si te provoca, dame la muertecita, la pequeña muerte, capitán”
(Todas las Sangres).
LA MANO
DEL TAYTA Y LA SIMPATIA DE SANCHEZ CERRO
Retornando a la condena a muerte de Rumi Maqui, este lograría
fugar en circunstancias sospechosas- en ENE 1917, con ayuda de sus
custodios, cuya “disposición”, en su más
alto escalón, solo podía ser “arreglada”
por el viejo Cáceres.
El único recurso con el que podía contar el condenado
a muerte Rumi Maqui en aquellas angustiosas circunstancias, era la
voluntad de alguien ante quien el Alto Mando no se podía negar,
y ese alguien solo podía ser el Gral. Cáceres -la gloria
viviente del país- quien no podía permitir el fusilamiento,
por una acusación tan ignominiosa, de su escolta de la Breña
que en buena cuenta había actuado en base al etnonacionalismo
que él había inculcado en medio del fragor de una Campaña
que, en sus palabras, era “la página más honrosa
de mi vida militar”. Asimismo Cáceres había redacta
una constancia en la que refiriéndose a la actuación
de Rumi Maqui en la Resistencia, declaraba: “Como acto de verdadera
justicia, su comportamiento fue siempre ejemplar”.
RUMI MAQUI Y LA REBELIÓN FEDERAL TAHUANTINSUYANA
RECONOCIMIENTO ENTRE REBELDES
Entre 1917 y 1932 el paradero de Rumi Maqui se torna alternado entre
el norte boliviano y el sur peruano. En su calidad de fugitivo, solo
podía establecerse en el extranjero (Bolivia) o en zonas recónditas
del territorio patrio, y con identidad cambiada.
En 1930, estando en el poder Sánchez Cerro, la esposa de Rumi
Maqui Isabel Chavarry de Gutiérrez- gestiona el otorgamiento
de una pensión, adjuntando un poder otorgado por Rumi Maqui
para que ella pudiera hacer efectivo su cobro en Arequipa, agregando
que: “Desde hace muchos años, permanece mi esposo en
un lugar montañoso del territorio nacional, dedicado a labores
agrícolas”.
Se deduce que Rumi Maqui pasó sus últimos años
entre las sierras altas limítrofes con Puno. La gestión
tendría resultados óptimos, tal es así que en
1936, su hija Olinda Gutiérrez-
gestionaría
una nueva cédula de retiro para su padre “cuya salud
se encontraba muy delicada”.
Para 1937, Rumi Maqui de 73 años- ya había fallecido,
por lo menos con la satisfacción de habérsele reconocido
los derechos pecuniarios de los que fuera despojado en 1908. Cabría
entonces preguntarse ¿a qué se debió que la administración
Sánchez Cerro tuviera tan noble gesto para con un oficial borrado
del escalafón, condenado y oficialmente prófugo? Solamente
queda esta explicación: Simpatía y respeto hacia su
personalidad y causa.
Para entender esta “simpatía”, será necesario
abarcar el caso del Cap. Guillermo Cervantes: Si rememoramos que en
1916, los entonces capitanes Sánchez Cerro y Cervantes, por
“orden superior” participaron en la debelación
de la rebelión del My. Gutiérrez, y que definitivamente
existió amistad entre ambos capitanes, entonces se explica
que -en una combinación de camaradería y Síndrome
de Estocolmo- una vez Presidente, Sánchez Cerro haya tenido
el gesto de reivindicar a esos 2 fugitivos: Tanto a “su mayor”
(Rumi Maqui) como a “su” antiguo capitán que también
se hallaba perseguido, desde su rebelión de 1921 en que con
el mismo romanticismo de Rumi Maqui proclamara la República
Federal de Loreto .
Quien conozca la psicología militar comprenderá la consideración
que siente un soldado con “experiencia de combate” por
otro similar. En 1915, Cervantes y Rumi Maqui eran veteranos de la
Breña y del Caquetá respectivamente, pero también
el “mocho” Sánchez Cerro venía de perder
2 dedos, producto de una metralla que le mató 8 soldados en
el asalto a Palacio durante el Golpe de Estado de Benavides; por consiguiente
existió “química” entre la performance aguerrida
y conspirativa de Rumi Maqui y Cervantes con el espíritu de
un oficial como Sánchez Cerro que a cada grado obtenido se
sublevaba por instinto.